Después de más de dos años de proceso migratorio para obtener nuestra residencia permanente como “skilled migrants”, llegamos a Perth con mi esposo ocho años atrás. Él, ingeniero electrónico y yo psicóloga.
Fueron más de dos días de viaje, tres aviones, múltiples conexiones y un trayecto final en taxi desde el aeropuerto hasta el hotel, ¡sentí que por fin lo habíamos logrado! Esa noche, a pesar del cansancio, no podía dejar de imaginar los múltiples posibles escenarios de mi nueva vida, llena de emoción he incertidumbre, me fui a dormir feliz, sabiendo que cuando amaneciera, una nueva aventura empezaría.
He sido migrante más de la mitad de mi vida, después de vivir en Inglaterra y Argentina, Australia se volvió mi hogar. Pero esta vez, el reto era un poco diferente, ya había tenido la experiencia de estudiante internacional en Londres, en donde tuve trabajos casuales mientras completaba mi certificación en programación neurolingüística y un par de diplomas más.
Recuerdo con mucho cariño mi trabajo como cajera en “Pret a Manger” con mi gorra vinotinto, y la sonrisa infaltable atendiendo uno a uno a los clientes en la fila, o mi otro trabajo como asistente de ventas en “TM Lewin”, en donde mi herramienta, era un metro con el cual tomaba medidas a trajes de paño para ser alterados, y simultáneamente les media el cuello a los señores para saber con precisión la talla de sus camisas ¡Esa era mi vida como estudiante, el foco era aprender un segundo idioma, tener trabajos casuales y viajar!
Sin embargo, ser migrante profesional trae consigo una expectativa bastante diferente, la de cerrar de la forma más rápida, la brecha existente entre lo que éramos en nuestros países a nivel profesional, y lo que deseamos para nosotros en esta nueva realidad. La estrategia es encontrar la manera más eficiente de ganar visibilidad, he identificar las habilidades que incrementen la competitividad en el mercado local.
Después de un par de semanas ya habiendo encontrado un lugar donde vivir, empecé con mi búsqueda de trabajo profesional. Empecé contactando vía email, o LinkedIn a algunos gerentes de las sucursales locales, de esas empresas en las que yo ya había trabajado anteriormente en otros países, y por supuesto, también contacté a su competencia. El resultado, fue la oportunidad de organizar tres reuniones para tomar café con personas que podían darme información del mercado profesional australiano. Las conversaciones abarcaban múltiples temas; desde la economía en Western Australia, la crisis de la minería, el crecimiento de industrias como salud y educación, el estilo de vida en Perth, y por supuesto, no podían faltar preguntas como, cuál era un buen lugar para ver canguros, o cuáles eran las mejores playas y los mejores destinos turísticos para visitar.
Desde el principio, supe que la estrategia no era ir a “pedir una oportunidad para trabajar”, si no, más bien, conectarme con esos posibles “decision makers” desde otra perspectiva, ¡la del aprendiz!, con interés genuino de saber quiénes eran ellos, y así, conocer un poco de su historia, de los conocimientos que habían acumulado a lo largo de su trayectoria profesional. Obtener información actualizada de las tendencias del mercado y entender como funcionaba mi industria acá.
Estas interacciones me permitían ganar visibilidad, de paso, construir mi marca profesional. Ellos también querían saber quién era yo, cuál era mi trayectoria profesional, cómo había llegado hasta acá y eventualmente como podían ayudar.
Finalmente logre que me invitaran a participar en un proceso de selección con una agencia de reclutamiento, para el cargo de “recruiter”. El proceso de selección fue intenso, me pidieron hacer una presentación en la que tendría que exponer al gerente general, mi jefe inmediato, una futura colega y la persona de recursos humanos, mi estrategia para ayudar a crecer el negocio y una simulación de lo que yo estimaba, podía pasar en el siguiente trimestre en términos de proyecciones de venta y “placements”.
¡Mi experiencia previa fue muy relevante para pre